GILGAMESH I ENKIDU, LOS AMANTES SUMERIOS.

Muchos siglos antes de que los manicuros del faraón nacieran, en las pacíficas tierras de Sumeria existió un rey que rechazó a la mas bella de las diosas para amar con todas sus fuerzas a un gigante llamado Enkidu. (Publicado en L'ARMARI OBERT, marzo 2013)


Hace unos 4500 años unos escribas transcribieron en unas tablas de barro una historia que venía de los orígenes del tiempo, justo después del bíblico "Diluvio universal". Escritos en lengua arcadia y escritura cuneiforme se llegaron a descubrir cerca de 25.000 tablas en las que aparecía esta historia de amor entre dos héroes de la antigüedad.



Al igual que los poemas homéricos nos narran una historia de enfrentamientos y rebeldía entre hombres y dioses. Gilgamesh era un rey tan bello como tirano, su ambición era insaciable, lo que provocó la ira de los hombres y los dioses. Un dios llamado Anu envió a un gigante para que pusiera las cosas en su sitio, se trataba de Enkidu.

La lucha entre ambos fue larga y dura, venciendo el rey al titán al que perdonó la vida. Éste a cambio le juró fidelidad y amor eterno. Juntos empezarán una larga historia de aventuras en busca de una hierbas que daban la inmortalidad, y que el diluvio había hecho desaparecer.

Es aquí donde aparece la diosa Ishtar, antecesora de Venus o Isis, y se enamora apasionadamente del rey sumerio. Pero éste solo tiene ojos por su grandullón titán y la rechaza sin ningún miramiento. Enfurecida ésta manda a un toro para matar a Enkidu, la causa no es otra que el hecho de haber sido  rechazada. Pero con la ayuda de su rey mata al toro y pueden seguir sus aventuras.



Pero la maldición divina cayó sobre el gigante que muere en brazos de su desconsolado amante. Este viaja al ultramundo para conseguir las hierbas mágicas, en una misión de la que nadie ha logrado regresar. Pero él consigue volver con ella, pero en un despiste la pérfida diosa transformada en serpiente logra llevarse la planta de la inmortalidad.

Finalmente el dios Anu viendo las desdichas de su rey permite el encuentro de éste con el espíritu de su amado Enkidu. No lograron la deseada inmortalidad pero si la felicidad perdida. Y así vemos como el tirano rey acaba sus días siendo un gobernante sensible, amante, capaz de rechazar el amor de una diosa por la de un hombre. Gilgamesh mas que un héroe, es un humano, con todas las limitaciones de su condición.



El deseo y el amor no dejan rastros arqueológicos y cuando del amor entre hombres se trata la exigencia de evidencias se endurece. A pesar de los términos eróticos que contienen, del evidente rechazo hacia los favores de la diosa, del deseo de amor eterno que se dedican entre ambos, es difícil encontrar un texto en castellano en el que historiadores o filólogos admitan abiertamente esta relación homoerótica. Se limitan a pasar de puntillas o a negarla sin ningún miramiento.

Mas

Homocrónicas: Gilgamesh y Enkidu
Los gays en la historia, por Paul Tournier

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