LA TRISTE HISTORIA DE AL-MUTAMID, REY DE SEVILLA
«Lo hice mi esclavo, pero la humildad de su mirada me convirtió en su prisionero, de tal modo somos ambos y al mismo tiempo esclavo y señor uno del otro» Al-Mutamid.
Político, poeta e intelectual Al-Mutamid (1040-1095) fue un poderoso rey taifa de Sevilla. Y una de las más importantes figuras de la Edad Media hispana.
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Las crónicas nos hablan de un rey apuesto, sensible, valeroso, delicado y feroz. Habría sido uno de tantos príncipes guerreros en la España de los reinos de taifas si un giro inesperado no le hubiese llevado al poder. Su hermano mayor fue ejecutado por su propio padre, por supuesta traición o simple cobardía en una operación militar de conquista. Al-Mutamid quedó automáticamente convertido en heredero, aunque posiblemente ya había sido designado secretamente por su padre antes de la ejecución de su hermano.
Coetáneo del Cid, su poder aumentó al anexionar Córdoba a su reino. Ello le significó graves consecuencias, entre otras sufrir el acoso de Alfonso VI de Castilla que arrebató Toledo a los hispano-musulmanes. Asustado ante el poder de los invasores cristianos, el rey sevillano tomó una decisión de consecuencias nefastas para los reinos taifas: llamó a los almorávides en su ayuda.
Los almorávides derrotaron a Alfonso VI, pero luego pasaron factura a Al-Mutamid. Una vez instalados en la peninsula le quitaron el reino y lo expulsaron al Norte de África. Encadenado junto a su familia, tuvo que embarcar en el Guadalquivir, camino del destierro en Africa donde murió recordando su bello Alcázar de Sevilla, antes tuvo que ver a sus propias hijas vendidas como esclavas.
Poeta, mecenas, político maquiavélico estamos ante una de las figuras mas importantes de la historia de España. Posiblemente por ser andalusí (hispano-musulmán) su figura ha sido marginada, ignorada y a veces ridiculizada.
En su encierro africano escribió toda una serie de poemas llenos de tristeza y de melancolía:
Yo era amigo del rocío, señor de la indulgencia,
Amado de las almas y de los espíritus;
Mi diestra regalaba el día de los dones,
Y mataba, el día del combate;
Mi izquierda sujetaba todas las riendas que dominaban
A los corceles en los campos de batalla.
Hoy soy rehén, de la cadena y de la pobreza
Apresado, con las alas rotas.
La sociedad andalusí no era integrista, amaba la paz, el progreso y especialmente el buen vivir. La obra literaria y política de este rey es muy importante. Con plena libertad cantó a las excelencias del buen vino, a los placeres carnales, a las mujeres y a al amor hacia los hombres.
Antes de ser rey, en Silves conoció a quien fue el amor de su vida, Abu Bakr Ibn Ammar, popularmente conocido por Abenamar. Siendo rey le nombró visir de Sevilla, mas tarde le envió a conquistar Murcia, pero se rebeló contra él autonombrándose rey de este reino. Sus excesos con el vino y el sexo le llevaron abandonar, tras pasar por Toledo, Cuenca y Zaragoza, pidió clemencia a su antiguo amante:
...Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se encendiese
el fuego del amor en el pecho.
Aquellas noche en que no hacía caso de la sensatez del consejo
y seguía los errores de los alocados;
condené al insomnio a los párpados somnolientos
y recogí el tormento de las tiernas ramas....(1)
Pero enterado el rey de Sevilla de una nueva conspiración de su amante, mandó ejecutarlo.
Al-Mutamid, rey de Sevilla, escribió en el siglo XI una auténtica declaración de amor hacia su paje: 'Lo hice mi esclavo, pero la humildad de su mirada me convirtió en su prisionero, de tal modo somos ambos y al mismo tiempo esclavo y señor uno de otro'. Los versos de“necesidad” los dedicó también al poeta Ibn Ammar, a quien convirtió en uno de los hombres más poderosos de Al Andalus. Él mismo señalaba que no soportaba estar separado de Ammar, 'ni siquiera una hora, ni de día ni de noche'. Otros poemas:
EL COPERO LA COPA Y EL VINO.
Apareció, exhalando aromas de sándalo,
al doblar la cintura por el esbelto talle,
¡Cuántas veces me sirvió, aquella oscura noche,
en agua cristalizada, rosas líquidas!
EL REFLEJO
El reflejo del vino atravesado por la luz
Colorea de rojo los dedos del copero,
Como el enebro deja teñido el hocico del antílope.
Coetáneo del Cid, su poder aumentó al anexionar Córdoba a su reino. Ello le significó graves consecuencias, entre otras sufrir el acoso de Alfonso VI de Castilla que arrebató Toledo a los hispano-musulmanes. Asustado ante el poder de los invasores cristianos, el rey sevillano tomó una decisión de consecuencias nefastas para los reinos taifas: llamó a los almorávides en su ayuda.
Antes de ser rey, en Silves conoció a quien fue el amor de su vida, Abu Bakr Ibn Ammar, popularmente conocido por Abenamar. Siendo rey le nombró visir de Sevilla, mas tarde le envió a conquistar Murcia, pero se rebeló contra él autonombrándose rey de este reino. Sus excesos con el vino y el sexo le llevaron abandonar, tras pasar por Toledo, Cuenca y Zaragoza, pidió clemencia a su antiguo amante:
...Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se encendiese
el fuego del amor en el pecho.
Aquellas noche en que no hacía caso de la sensatez del consejo
y seguía los errores de los alocados;
condené al insomnio a los párpados somnolientos
y recogí el tormento de las tiernas ramas....(1)
El reflejo del vino atravesado por la luz
Colorea de rojo los dedos del copero,
Como el enebro deja teñido el hocico del antílope.
Monumento dedicado a Al-Mutamid en Silves, Algarve. |
"Espada su nombre,
espada sus ojos.
Desenvainadas, las tres me matarían.
¿No le basta con una?
Pero incluso me golpea la vaina, sus párpados.
Cuando le cautivé
sus ojos me cautivaron;
amos y cautivos los dos a la vez.
¿Oh espada,
trata a tu cautivo de amor con compasión,
no te pido libertad como galardón."
Al Mutamid cantó al amor y a la belleza, al buen vino y a todos los placeres de la vida. Placeres a los que se entregó plenamente, placeres y buen vivir que perdió por culpa de una decisión posiblemente errónea.
(1) Poema completo:
¿Acaso Silves no ha llorado por el que sufre
y Sevilla no ha suspirado por un arrepentido?
La lluvia cubrió el manto de nuestra juventud
en un país donde los jóvenes rompían los amuletos de la infancia.
Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se encendiese
el fuego del amor en el pecho.
Aquellas noches en que no hacía caso de la sensatez del consejo
y seguía los errores de los alocados;
condené al insomnio a los párpados somnolientos
y recogí el tormento de las tiernas ramas.
¡Cuántas noches pasamos en el Azud, entre los meandros del río,
que se deslizaba con la sinuosidad de una serpiente!
Escogimos el jardín como vecino y nos visitaba con sus regalos
que traían las manos de las suaves brisas;
nos enviaba su aliento y se lo devolvíamos aún más perfumado,
y con más suave brisa;
la brisa, en su ir y venir, parecía una chismosa,
que llevase y trajese maledicencia;
el sol nos daba de beber.
¿Quién ha visto el sol en mitad de la negra noche, sino nosotros?
sus ojos me cautivaron;
amos y cautivos los dos a la vez.
¿Oh espada,
trata a tu cautivo de amor con compasión,
no te pido libertad como galardón."
Al Mutamid cantó al amor y a la belleza, al buen vino y a todos los placeres de la vida. Placeres a los que se entregó plenamente, placeres y buen vivir que perdió por culpa de una decisión posiblemente errónea.
(1) Poema completo:
¿Acaso Silves no ha llorado por el que sufre
y Sevilla no ha suspirado por un arrepentido?
La lluvia cubrió el manto de nuestra juventud
en un país donde los jóvenes rompían los amuletos de la infancia.
Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se encendiese
el fuego del amor en el pecho.
Aquellas noches en que no hacía caso de la sensatez del consejo
y seguía los errores de los alocados;
condené al insomnio a los párpados somnolientos
y recogí el tormento de las tiernas ramas.
¡Cuántas noches pasamos en el Azud, entre los meandros del río,
que se deslizaba con la sinuosidad de una serpiente!
Escogimos el jardín como vecino y nos visitaba con sus regalos
que traían las manos de las suaves brisas;
nos enviaba su aliento y se lo devolvíamos aún más perfumado,
y con más suave brisa;
la brisa, en su ir y venir, parecía una chismosa,
que llevase y trajese maledicencia;
el sol nos daba de beber.
¿Quién ha visto el sol en mitad de la negra noche, sino nosotros?
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