LA MUERTE DEL ESPÍA CON BRAGAS.
"La muerte del espia con bragas" nos ofrece un retrato duro y descarnado de la Barcelona de la posguerra. De una ciudad en la que los vencedores eran intocables.
Cuando estos matarifes de medio pelo se cercioraron de que, esta vez, no les bastaba con proclamar que habían prestado un servicio más a España, acabaron confesando que habían actuado al dictado”
Un crimen en la posguerra de Barcelona, el asesinado era un espia al servicio de la inteligencia británica, la orden partió de la comandancia de la Guardia Civil. Se culpó a los homosexuales de este crimen, pero los verdaderos culpables salieron indemnes.
El libro nos retrata una Barcelona dominada por los vencidos, una ciudad gris y triste llena de arribistas intocables dispuestos a cobrar su parte del botín de guerra, una ciudad dominada por el populista gobernador Correa:
"Una Barcelona falangista en la que actúan miembros de la llamada Vieja Guardia, así como también los grupos de excombatientes y excautivos, que a su vez, la mayor parte de ellos, son “camisas viejas”. Son hombres que a veces están enfrentados entre ellos y en otras ocasiones con el propio gobernador Antonio Correa Veglison, máxima autoridad civil y política en la provincia. Son falangistas que en algunos momentos concretos protagonizarán violentos choques con determinados grupos carlistas. Nos referimos, por lo tanto, a una parte de aquellos militantes de FET que verán cómo sus sueños fascistas a través de la revolución del nacional-sindicalismo se desvanecen; que piden y exigen la “recompensa” por los sufrimientos que padecieron durante la guerra: cautiverio, cárcel, ocultación, pérdida de familiares y amigos."
Argentona 1943, aparece un cadáver, nada extraño en la dura posguerra española. La sorpresa estaba en que debajo de su ropa llevaba bragas y estaba depilado, un hecho que sin duda escandalizó en la pacata sociedad catalana de los años 40.
En la presentación del libro, el autor austuriano Ramón García Piñero recordó:
“La celebración de la fiesta del Caudillo de 1943 tuvo en Barcelona un prólogo trágico: en Argentona fue hallado un moribundo que falleció tras balbucear unas palabras. Un examen del cadáver puso de manifiesto que tenía el rostro desfigurado por los golpes recibidos y portaba ropas modestas. Una vez desvestido, se desvelaron dos detalles que ponían en evidencia el móvil del crimen: estaba depilado y llevaba bragas. Un turbio crimen pasional entre “invertidos”, se concluyó, protagonizado por epígonos de la degeneración roja.
Nada más lejos de la realidad. La torpeza de los verdugos facilitó la identificación de la víctima, Joaquín Gastón, un agente poliédrico que enlazaba a los anarquistas del exilio y el interior, colaboraba con los servicios secretos británicos y rendía cuenta de todo ello a la Dirección General de Seguridad, la cual filtraba sus confidencias al contraespionaje alemán. Otro cúmulo de desatinos desveló la personalidad de los autores: tres falangistas dispuestos a realizar cualquier trabajo sucio con tal de figurar como centinelas de la «revolución nacionalsindicalista».
En la presentación del libro, el autor austuriano Ramón García Piñero recordó:
“La celebración de la fiesta del Caudillo de 1943 tuvo en Barcelona un prólogo trágico: en Argentona fue hallado un moribundo que falleció tras balbucear unas palabras. Un examen del cadáver puso de manifiesto que tenía el rostro desfigurado por los golpes recibidos y portaba ropas modestas. Una vez desvestido, se desvelaron dos detalles que ponían en evidencia el móvil del crimen: estaba depilado y llevaba bragas. Un turbio crimen pasional entre “invertidos”, se concluyó, protagonizado por epígonos de la degeneración roja.
Nada más lejos de la realidad. La torpeza de los verdugos facilitó la identificación de la víctima, Joaquín Gastón, un agente poliédrico que enlazaba a los anarquistas del exilio y el interior, colaboraba con los servicios secretos británicos y rendía cuenta de todo ello a la Dirección General de Seguridad, la cual filtraba sus confidencias al contraespionaje alemán. Otro cúmulo de desatinos desveló la personalidad de los autores: tres falangistas dispuestos a realizar cualquier trabajo sucio con tal de figurar como centinelas de la «revolución nacionalsindicalista».
Cuando estos matarifes de medio pelo se cercioraron de que, esta vez, no les bastaba con proclamar que habían prestado un servicio más a España, acabaron confesando que habían actuado al dictado”
Un crimen en la posguerra de Barcelona, el asesinado era un espia al servicio de la inteligencia británica, la orden partió de la comandancia de la Guardia Civil. Se culpó a los homosexuales de este crimen, pero los verdaderos culpables salieron indemnes.
El libro nos retrata una Barcelona dominada por los vencidos, una ciudad gris y triste llena de arribistas intocables dispuestos a cobrar su parte del botín de guerra, una ciudad dominada por el populista gobernador Correa:
"Una Barcelona falangista en la que actúan miembros de la llamada Vieja Guardia, así como también los grupos de excombatientes y excautivos, que a su vez, la mayor parte de ellos, son “camisas viejas”. Son hombres que a veces están enfrentados entre ellos y en otras ocasiones con el propio gobernador Antonio Correa Veglison, máxima autoridad civil y política en la provincia. Son falangistas que en algunos momentos concretos protagonizarán violentos choques con determinados grupos carlistas. Nos referimos, por lo tanto, a una parte de aquellos militantes de FET que verán cómo sus sueños fascistas a través de la revolución del nacional-sindicalismo se desvanecen; que piden y exigen la “recompensa” por los sufrimientos que padecieron durante la guerra: cautiverio, cárcel, ocultación, pérdida de familiares y amigos."
Una petita mostra de com funcionava l'anomenat "regimen"
ResponEliminaAl llarc de 40 anys, la llista de atrocitats no tenen fi.